Maricel Álvarez: “Entiendo al cuerpo como una herramienta expresiva”

El nombre de Maricel Álvarez es frecuente para quienes conocen a las intérpretes de teatro, pero desde hace ya unos años se la encuentra también en los cines. Algunos la descubrieron en Biutiful y ahora podrán redescubrir su talento en La llegada del hijo. Es la segunda película de la dupla de guionistas y directoras Cecilia Atán y Valeria Pivato, las mismas de La novia del desierto. Es una coproducción con España, de allí la participación de la actriz Greta Fernández junto a un elenco nacional integrado por Ángelo Mutti Spinetta, Cristina Banegas, Diego Faturos y Esteban Meloni. El film llega luego de su estreno mundial en el Festival de San Sebastián (2024) y después de ganar como Mejor Película en el Festival de Mar del Plata (2024). Desde el jueves 11 se la puede ver en los cines.
—¿Cómo llegaste a ser Sofía, la protagonista de “La llegada del hijo”?
—Había visto hace bastante tiempo antes de ser convocada a la audición la ópera prima de ellas: La novia del desierto. Me invitaron a hacer una prueba y por supuesto acepté. Fueron dos o tres encuentros de trabajo interesantes, donde una empieza a ver de qué manera ese vínculo con las directoras se puede desarrollar en el hipotético caso de quedar para el papel protagónico de Sofía. Una siente que está a prueba, pero que hay sensibilidad, cuidado y sobre todo se pone foco en el trabajo. Así se despoja de ciertos fantasmas y miedos. No soy muy amiga de las audiciones y voy a muy pocas, las elijo muy bien.
—¿Fue complicado filmar con dos directoras a la vez?
—No son contradictorias, más bien lo contrario, se complementan muy bien. Por otra parte, antes de comenzar a filmar, me regalaron un mes previo al comienzo del rodaje, con un trabajo de mesa que fue exhaustivo, profundo, sensible e iluminaba zonas que pudiesen ser más complejas de abordar. Siempre estuvieron atentas y dispuestas a modificar lo que hiciera falta.
—La película tiene muchos silencios: ¿cómo se interpretan?
—Agradecí la economía de textos y de diálogos en esta película. Hay algo súper interesante que es trabajar los silencios. Entender cómo se traduce gestual y expresivamente un proceso emocional que es un torbellino, pero que es muy íntimo y que no puede ser expresado. Es tanto lo que calla, lo que guarda en silencio y en secreto. Sofía es un personaje que está muy atravesado internamente por una cantidad de emociones, pero que a la vez, por mandato social. Hay una contradicción súper interesante. Además estás haciendo cine y de alguna manera te exige cierta economía en los recursos expresivos, la pantalla no resiste desbordes. A veces cuando son demasiado explícitas, pedagógicas o que abundan en palabras parecieran tener una intencionalidad, que es la de dirigir y moldear los pensamientos del espectador. Prefiero los silencios, el misterio, el enigma, para crear los espacios que el público tiene que rellenar.
—Hay algunos desnudos: ¿fue difícil?
—Soy una actriz muy arriesgada, hago teatro, performance y me ha visto muy expuesta en escena. Entiendo al cuerpo como una herramienta expresiva, de una enorme potencia. Nunca me he replegado a la hora de trabajar con él, más bien todo lo contrario, lo concibo como una posibilidad expresiva más. No tengo absolutamente ningún tipo de pudores ni de prejuicios a la hora de exhibirlo cuando entiendo que es como una herramienta expresiva y narrativa potente. Me pasa tanto en el cine como en el teatro, por eso transité el desnudo con absoluta libertad, por supuesto, siempre se me ha consultado y cuidado. Las escenas con mi compañera Greta Fernández, también las pudimos conversar y consensuar. Además nuestro director de fotografía es un maestro, Sergio Armstrong, por lo cual estaban dadas todas las condiciones.
—Para algunos hubo un antes y un después a partir de la película “Biutiful”, del director mexicano Alejandro González Iñárritu que filmaste junto a Javier Barden en el 2010. ¿Lo crees?
—Me parece que una es hacedora de su propio camino, ya que el destino es manejado por fuerzas o voluntades de otros. No creo ser una actriz exitosa, pero sí eficaz, profundamente trabajadora y comprometida con su lenguaje, que lo piensa críticamente todo el tiempo, trabaje en el ámbito que trabaje. Pertenezco a las artes escénicas, visuales, performance, danza, cine y soy curadora. Biutiful es un gran trabajo en mi camino, en mi recorrido, pero no lo considero ni una actuación bisagra, ni un hito, nada. Pisé la alfombra roja del festival más famoso del mundo, al lado del actor del momento. Pero no quiero desvalorizar lo que significó aquella experiencia en mi vida, porque fue espectacular y la disfruté muchísimo. Sí es cierto que desde esa película trabajo con mucha más frecuencia en cine que antes.
—Entre tus antecedentes aparece que sos curadora de arte: ¿cómo lo definirías?
—En rigor de verdad, soy más una artista curadora que una curadora porque no soy de formación. Tengo la práctica que es un oficio, una profesión. Estudié letras en la Universidad de Buenos Aires y me formé como actriz, pero no como curadora. Empecé mi trabajo en el campo de la curaduría desde una perspectiva artística. Fui invitada por la directora de la Bienal de Performance a hacer el programa internacional. Un curador es aquel que elige una selección de artistas y obras para conformar un programa entendiendo que entre ellos hay una cierta constelación, además puedo acompañar los procesos de los artistas. También es un intermediario entre el diálogo entre el artista, su obra y el espacio donde se va a exponer. Soy la creadora y la curadora del archivo Filoctetes, que está pensando cómo se documentan las artes vivas y se preserva la memoria de aquellas obras de arte efímero.
—¿Volverás a los escenarios?
—Empecé el 2025 actuando en Madrid, hice Vendrán los alienígenas y tendrán tus ojos de la dramaturga española María Velasco, creo que la vamos a retomar el próximo año para hacer gira allí. Desde el Museo de Arte Moderno me convocaron para el ciclo que se llama Exposiciones en Cartel y estaré junto a Mariana Obersztern, el grupo Piel de Lava, Lolit Lauti y Rafael Spregelburd. Nos llamaron para producir una nueva creación. En diciembre presentaré Yo y este misterio aquí estamos. Pequeña Suite de mí misma. Estaré con cuatro muñecas creadas a imagen y semejanza mía, que representan algunos espectáculos que hice: Dolor Exquisito (2008-2009), Hécuba o el gineceo canino (2011-2012), Orlando. Una ucronía disfórica (2017) y Medea Meditativa (2022). Cuento con la colaboración artística de Emanuel Fernández, las muñecas las creó Ayelén Coccoz y el diseño de iluminación es de Martín Antuña.
—La película “La llegada del hijo” propone casi como subtítulo “lo imperdonable”: ¿qué sería en tu caso?
—Creo que si hay cuestiones que tienen que ver básicamente con la ética, la amorosa, la profesional. Las guerras son imperdonables, porque es aniquilar al otro, destruir la vida del prójimo, que es lo más preciado. Soy una persona que no tolera lo que está sucediendo en este momento en el mundo, como el genocidio en Gaza. Me he pronunciado públicamente sobre la crueldad de este gobierno argentino, lo que está haciendo con los adultos mayores, con los discapacitados, con los enfermos o con los artistas, puse el cuerpo en las calles y participo. A lo largo de más de veinte años de profesión, todos mis trabajos estuvieron atravesados por una mirada del mundo, profundamente poética, pero también política.
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